Mal de
escuela me ha gustado porque es
un libro que respira honestidad. Daniel
Pennac, el autor, reflexiona
sobre la figura del cancre, término francés que en castellano ha sido
traducido por zoquete (
significado aproximado y, posiblemente, el más acertado). Reproduce algunas de las
conversaciones que mantuvo con Bernard, su hermano, cuando el libro era
tan solo un propósito y decide, a partir de ellas, no escribir un ensayo
sobre educación sino un conjunto de
pensamientos y experiencias sobre la figura del zoquete.
En apariencia,
la escritura denota un cierto
desorden y prudente ingenuidad; pero es lúcida y directa. La
historia se basa en la experiencia personal del autor, tanto en su figura de
antiguo zoquete como de profesor antes de dejarlo.
Su
testimonio se funda en que el zoquete
transforma sus problemas de aprendizaje
autoexcluyéndose: con comportamientos disruptivos (llama la atención en
clase, se hace el gracioso, inoportuna...)
y difíciles de entender para el profesorado que lo tiene en el aula. El
profesor piensa que este alumno lo hace intencionadamente, lo cual, añadido al
enfrentamiento diario que el profesor sostiene con padres y chicos que
desprecian su labor, hace imposible su trabajo. Además, la sociedad consumista no ha hecho más que
agravar el problema favoreciendo que el esfuerzo y el trabajo, para conseguir
un provecho, siendo éste menos deseable que el que puede conseguir en un centro
comercial por ejemplo; se le exige en el colegio. Un chaval vestido con ropas
de marca de arriba abajo, ¿cómo
comprende que la escuela no satisface caprichos, sino necesidades
fundamentales, y éstas, mediante la
obligación, la responsabilidad, el compromiso...?
Mal de
escuela se lee con interés, tanto por lo ameno como por la intención
de encontrar una respuesta al problema social de la educación. Bien es cierto
que ésta no es la misma para cada alumno y para cada situación. Que la solución
no es tan simple y que, seguramente, está en otro sitio. Pennac nos da
alternativas y nos sugiere que busquemos,
que siempre hay salida más allá de los métodos de enseñanza y de la didáctica.
Sugiere el amor como clave y palabra a recuperar en la terminología educativa.
¿Te has sentido identificado?